Cuando me fijé en ella, yo iba conduciendo por una carretera oscura que permite ver el valle allá abajo, tratando de competir en luces con el cielo nocturno. Una nube justo debajo de la luna reflejaba su brillo como si la presentara en una bandeja. Pensé en lo estupendo que sería sacar una foto, pero no podía parar el coche donde yo quería. De todas formas tampoco llevaba más cámara encima que la del móvil. Y por otra parte, otras experiencias me demostraron que es sumamente difícil sacar una buena foto de la luna.
No importa, pensé, hay cosas que es mejor disfrutarlas sabiendo que no se dejan atrapar.
Luego escuché en el Tiempo que la luna de Enero es famosa por su claridad y belleza: "No hay amor como el primero ni luna como la de Enero"
Y ahora que vuelvo a estar en la luna un ratito, recuerdo una de las pocas fotos en las que me parece que conserva su misterio y su encanto sin resultar ñoña: un viejo daguerrotipo de la Universidad de Harvard.
John Adams Whipple, 1852. |
Para quien no lo sepa, un daguerrotipo es una de las primeras formas que hubo para tomar una fotografía. Eran muy costosos y requerían largos tiempos de exposición. Además, las placas finales deben verse con el reflejo de algo oscuro para que su superficie no haga de espejo, ya que solo veríamos nuestra propia imagen. Por todo esto se guardaban en una especie de estuches que les dan aún más aspecto de tesoros mágicos.
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