A todos los que alguna vez nos dedicamos a algo relacionado con el arte nos pasa en algún momento que nos encontramos con una de nuestras ideas materializadas por otra persona. La sensación es una mezcla de fascinación y repulsión. La primera por motivos obvios al vernos ante lo que nos atrae y nos interesa. La segunda porque no es fácil enfrentarse a la resolución ajena de la idea, tanto por la diferencia de criterios en algún aspecto como por el fracaso que supone no haberla realizado nosotras mismas.
Hoy me ha pasado esto con el trabajo de Puur Anders. Las fotos en hojas me parecen maravillosas por muchos motivos, aunque yo en lugar de bisutería las había concebido como algo más efímero y evocador, algo puramente artístico relacionado con los árboles genealógicos, la memoria y el paso del tiempo.
Superado el primer impacto, me parecen unos objetos preciosos, al margen de mi propia obsesión con el uso de las fotografías antiguas.