Se trata de un nuevo concepto de jardín que reproduce un miniecosistema, mezclando diferentes plantas vivas con ramas y piedras fósiles. El resultado es un punto fresco en la ciudad, aunque no es exactamente una reproducción de la naturaleza salvaje (aunque también podría serlo) puesto que el diseño juega un importante papel y los diferentes elementos se conjugan más según sus características de adaptación y su morfología que según su origen, por ejemplo. También tiene importancia la armonía que se crea para transmitir emociones con las formas y los colores (algo muy zen, puesto que Japón es uno de sus países de origen)
Los muros verdes son una especie de jardines verticales en sintonía con la arquitectura, puesto que aprovechan espacios "olvidados" de los edificios y contribuyen también a mantener la temperatura interior y aislar del ruido exterior.
Los paludarios son como miniviveros, como acuarios de plantas; de hecho también los hay acuáticos, en los que se introducen peces y seres invertebrados. Son la nueva alternativa a las macetas de toda la vida.
Tanto unos como otros cuentan con una tecnología que permite la supervivencia de las plantas y su aislamiento del resto de la estructura del edificio.
Este aspecto tecnológico, su vinculación con el diseño, su emplazamiento artificial... son algunas cosas que en principio me producen cierto rechazo; pero después una es consciente de que vivimos en un entorno cada vez menos natural, más cibernético, del que todos participamos aunque no nos demos cuenta. Así que, siendo positiva, se puede apreciar el esfuerzo de camuflar la fealdad de lo gris que nos rodea y dejar recrearse la vista y el alma en la exuberancia de estos cuadros vivientes que nos acercan a muchas utopías y me recuerdan al maravilloso trabajo de Hundertwasser del que os hablaré otro día (por hoy ya está bien de rollo ;)
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