viernes, 11 de mayo de 2012

Viernes, café

¿Qué relación hay entre este tatuaje y el café? Pues que parece ser la fórmula de la cafeína... no sé, los expertos dirán, pero lo chocante es la idea. No me resulta antiestético y desde luego es más original que el típico tribal... eso sí, hay que ser muy fan del café y un poco friki :)
¡Feliz fin de semana!

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martes, 8 de mayo de 2012

Paludarios y muros verdes

Hoy me llama la atención una alternativa ecológica a breves espacios urbanos, tanto exteriores con los llamados muros y tejados verdes, como interiores,  con paludarios.
Se trata de un nuevo concepto de jardín que reproduce un miniecosistema, mezclando diferentes plantas vivas con ramas y piedras fósiles. El resultado es un punto fresco en la ciudad, aunque no es exactamente una reproducción de la naturaleza salvaje (aunque también podría serlo) puesto que el diseño juega un importante papel y los diferentes elementos se conjugan más según sus características de adaptación y su morfología que según su origen, por ejemplo. También tiene importancia la armonía que se crea para transmitir emociones con las formas y los colores (algo muy zen, puesto que Japón es uno de sus países de origen)
Los muros verdes son una especie de jardines verticales en sintonía con la arquitectura, puesto que aprovechan espacios "olvidados" de los edificios y contribuyen también a mantener la temperatura interior y aislar del ruido exterior.


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Los paludarios son como miniviveros, como acuarios de plantas; de hecho también los hay acuáticos, en los que se introducen peces y seres invertebrados. Son la nueva alternativa a las macetas de toda la vida.
Tanto unos como otros cuentan con una tecnología que permite la supervivencia de las plantas y su aislamiento del resto de la estructura del edificio.
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Este aspecto tecnológico, su vinculación con el diseño, su emplazamiento artificial... son algunas cosas que en principio me producen cierto rechazo; pero después una es consciente de que vivimos en un entorno cada vez menos natural, más cibernético, del que todos participamos aunque no nos demos cuenta. Así que, siendo positiva, se puede apreciar el esfuerzo de camuflar la fealdad de lo gris que nos rodea y dejar recrearse la vista y el alma en la exuberancia de estos cuadros vivientes que nos acercan a muchas utopías y me recuerdan al maravilloso trabajo de Hundertwasser del que os hablaré otro día (por hoy ya está bien de rollo ;)

lunes, 7 de mayo de 2012

Los paraguas

En vista de que no piensa parar de llover (y ya llevamos así más de un mes seguido) me parece oportuna la reflexión de este rey de las pequeñas cosas. Siempre merece la pena escuchar o leer a Luis Piedrahita y su blog, El ojo boquiabierto, no tiene desperdicio.

Si sólo nos acordamos del paraguas cuando llueve, hoy es un buen día


Los paraguas son unos de los seres más olvidados de la Creación. Nos los olvidamos en todas partes. Uno entra en una boutique, una mercería o un spa, y cuando sale, el paraguas se queda allí.
Te olvidas uno, pero Fermín, el relojero, se olvida otro; Cosme, el vendedor de arenques, otro; Raúl, el foniatra, otro… ¿Qué hacen en las tiendas con todos esos paraguas al final del día? ¿Una hoguera? ¿Los mandan a África? Sería una chorrada, porque allí no llueve.
Yo creo que se los quedan. Así la dueña de la mercería se hace un remanente de paraguas para poder ir a la relojería y dejarse allí uno, otro en pompas fúnebres, otro en la pescadería, otro en el foniatra… Y así, los paraguas van de mano en mano. Sólo hay una tienda en la que no nos olvidamos el paraguas jamás: la tienda de paraguas. Es que allí nadie entra. En el mundo ya hay los paraguas necesarios y van de mano en mano.
Hoy en día nadie entra en una tienda de paraguas gracias a los chinos, que son unos señores bajitos con jersey a quienes, cuando empieza a llover, se les llenan las manos de paraguas. Las gotas saltan de las nubes y, antes de que se estrellen contra el suelo, ya han salido de la nada un montón de chinos vendiendo paraguas. ¿Cómo predicen el tiempo estos tíos? Para mí que tienen un infiltrado en el Instituto Meteorológico que les da el chivatazo. Lo que pasa es que los paraguas de los chinos valen sólo para un chubasco. De hecho, el chino que te vende el paraguas está con un racimo de paraguas en cada brazo… ¡y no está usando ninguno, se está empapando! Dice muy poco a favor de un paraguas que el que lo vende prefiera mojarse a abrir uno. ¿Qué pasa?, ¿que si se mojan se estropean? Claro, tienen un sensor que detecta la última gota del chubasco y luego se autodestruyen.
Está claro que, más o menos, todos sabemos lo que es un paraguas. También está claro que el Ministerio de Educación y Cultura no ha hecho nada para ello. Cada uno sabe lo que ha podido aprender por su cuenta. Sabemos que un paraguas es una de las pocas cosas que, cuando te lo regalan, no es sorpresa. No hace falta abrir el paquete para saber lo que es. Sabemos que son seres anfibios como las ranas y los garbanzos. A veces están en el agua y a veces están en los paragüeros que son unos sitios horribles y llenos de pájaros (por eso la gente habla de los “pájaros de par-agüero”…).
Sabemos que los paraguas son miedosos, y después de sacarlos, si los dejas solos en una pared, se hacen pis y dejan un charquito. Te dan ganas de pegarles con un periódico enrollado para que no lo vuelvan a hacer. Esto es lo que todo el mundo sabe de los paraguas, pero, ¿y lo que nadie sabe?
El origen de los paraguas es horrible, una aberración a ojos de Dios. El paraguas es el fruto impuro de un amor prohibido, y por mucho que el Ministerio de Educación y Cultura haya querido ocultarlo, ha de saberse que el paraguas es el hijo bastardo de un bastón y un murciélago. De su padre, el bastón, han heredado la forma y la mala leche. De su madre, la murciélago, han heredado la capacidad de desplegarse, la idea de dormir colgados y la ceguera, por eso intentan sacarnos los ojos constantemente, para ponérselos ellos y poder ver.
La mala leche heredada del bastón es contagiosa como la peste bubónica, y la persona que porta un paraguas desarrolla una fatal mezcla de ceguera y egoísmo. Es una pena, pero en cuanto tenemos un paraguas en la mano nos hacemos peores personas. Hay gente con paraguas que camina bajo el alero de los edificios para no mojarse, tú vas de frente, sin nada con qué cobijarte, ¡y hacen como que no te ven, no se apartan! Deben de tener miedo de que se les moje le paraguas.
El paraguas no se puede compartir, sólo cabe una persona y media. Si lo intentas compartir, el que no es propietario del paraguas se queda medio afuera y acaba pingando. El paraguas no es solidario, en las congregaciones de mucha gente el agua que a ti no te moja no desparece, cae por los carrilillos del paraguas y moja a la gente de alrededor que no tiene paraguas. En una congregación de cien personas de las cuales setenta tienen paraguas, los treinta restantes se tienen que repartir entre ellos el agua de los cien. Hacen que nos volvamos egoístas, que sólo pensemos en nosotros y que nos olvidemos de todo lo demás.
Pero los paraguas son veneno y antídoto, porque nos olvidamos de todo hasta tal punto que nos olvidamos de ellos, nos los dejamos en una relojería, en la mercería o en el spa y volvemos a ser personas decentes, dejando a otra persona que disfrute de ser mala persona durante el ratito que pueda tener nuestro paraguas.